Noches en vela

Un aparentemente inofensivo intercambio de información como dinamita.
Como la mecha de una vela que a veces no llega a prender y, al tercer intento, se abrasa; y entonces la llama se mantiene firme, invencible.
Si cierro los ojos y aíslo el ruido de mi alrededor, soy capaz de trasladarme en el tiempo y el espacio, a la intimidad de unas preguntas que me atravesaron el alma. Tal vez no por su contenido sino por la honestidad del susurro de una voz que puede que ni siquiera exista.
¿Me he inventado esta vida?
¿Existen los universos paralelos?
¿Dónde estaría yo en un mundo sin miedo?
A veces releo mi historia escrita a lo largo de los años y me sorprendo de la capacidad de sentir y experimentar, de los giros inesperados, de las sorpresas comprendidas siete años después.
Ojalá alguien le hubiese contado ciertas historias a mi yo de catorce, quince o dieciséis.
Ojalá alguien le hubiese agarrado la mano y le hubiese dicho no pasa nada.
Pero sí pasa.
Y sí pasó.

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