I

Escucho hablar de amor y distancia en labios ajenos y me pregunto qué sabrán, como si sólo yo hubiese conocido el dolor en lejanía, como si fuese algo exclusivo cuya patente me pertenece.
Me desilusiono con la imagen de una mano que abandona: es la batalla perdida que le concede a algunos la libertad de hablar y juzgar, de considerar que estaban en lo cierto.
Cuántas relaciones no habrán sucumbido ante el peso del sesgo ajeno, de tóxicas garras que buscan heridas y rasgan la costra.
Cuánta confianza perdida en dudas externas.

He luchado mucho para llegar hasta aquí, y han sido más las cadenas tratando de arrastrarme al fondo que las manos que me han sostenido.
Ante su errado juicio me yergo orgullosa.
Estoy aquí por amor.
Porque creo y porque quiero.

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