IV
Me define esta incapacidad de olvidar un solo rostro o el más leve matiz en mi forma de relacionarme. Sueño a veces con el amor de mi inocente y perturbadora infancia y aún sonrío con ternura al recordar la cantidad de años que pasé con el corazón en vilo cada vez que me miraba.
En un cajón de mi mesilla conservo las cartas que me enviaba con la que aún hoy es mi mejor amiga y son la evidencia de que la distancia nunca significa ausencia cuando el amor persiste. Un hilo rojo de Cáceres a Madrid mantuvo siempre viva la llama.
He retomado amistades años después de perderlas porque la nostalgia forma parte de mi ser y acaricia con delicadeza cada esquina de mi piel, sin ser yo apenas consciente de cómo el echar de menos va creciendo en intensidad en cada pensamiento que cruza mi mente.
Lloré escribiéndole una carta a mi primer sobrino y aún más cuando fui consciente de haber perdido infinitos recuerdos con parte de mi familia porque la distancia no es ausencia pero escuece el estar lejos.
Presté el libro que publicó una luz que se cruzó en mi vida hace años y nunca me lo devolvieron. Creo que ésa ha sido la única vez en la que una pérdida material se ha llevado mi energía. Sentí que se me fue en aquel momento lo poco que me quedaba de ella.
Tres años y medio con mis gatas no han sido suficientes para que desaparezca la ilusión cada vez que llego a casa y a día de hoy me siguen brillando los ojos cuando les miro a la cara y me explota de amor el pecho.
No sé querer de otro modo, no sé amar a medio gas, no sé olvidar.
Y me pregunto cuántos de esos rostros se acordarán aún de mí.
En un cajón de mi mesilla conservo las cartas que me enviaba con la que aún hoy es mi mejor amiga y son la evidencia de que la distancia nunca significa ausencia cuando el amor persiste. Un hilo rojo de Cáceres a Madrid mantuvo siempre viva la llama.
He retomado amistades años después de perderlas porque la nostalgia forma parte de mi ser y acaricia con delicadeza cada esquina de mi piel, sin ser yo apenas consciente de cómo el echar de menos va creciendo en intensidad en cada pensamiento que cruza mi mente.
Lloré escribiéndole una carta a mi primer sobrino y aún más cuando fui consciente de haber perdido infinitos recuerdos con parte de mi familia porque la distancia no es ausencia pero escuece el estar lejos.
Presté el libro que publicó una luz que se cruzó en mi vida hace años y nunca me lo devolvieron. Creo que ésa ha sido la única vez en la que una pérdida material se ha llevado mi energía. Sentí que se me fue en aquel momento lo poco que me quedaba de ella.
Tres años y medio con mis gatas no han sido suficientes para que desaparezca la ilusión cada vez que llego a casa y a día de hoy me siguen brillando los ojos cuando les miro a la cara y me explota de amor el pecho.
No sé querer de otro modo, no sé amar a medio gas, no sé olvidar.
Y me pregunto cuántos de esos rostros se acordarán aún de mí.
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