XVII

Tengo miedo a los silencios que no he escogido, a cada golpe de la puerta que no me atreví a responder. A abrir los ojos, a abrir el alma, a abrir mi vida. A repetir mi perdición en una burda melodía. A las historias que ya escribí y a su vigencia, a perpetuar batalla, cruz e insuficiencia. A cada paso que no di, a descubrir que aunque haya sol yo sigo oculta en esta celda. A revocar la impunidad con la que lucen mis carencias y recordar que aún ruge el mar cuando concedo una tregua.

Tengo miedo a unas coincidentes coordenadas erróneas, a un instinto quizá atrofiado, a mirar a hurtadillas por debajo de tu hombro y descubrir un desierto que estoy dispuesta a atravesar. A una sutil e ingenua caricia en el momento equivocado. A los monstruos repartidos entre el armario y mi cama. A despertar sin recordar, por una vez, lo que he soñado. A vislumbrar un horizonte sin sombras, un camino sin espinas, una subida en la que no llegue a quedarme sin respiración.

Tengo miedo, en realidad, a ver mi espíritu quieto.
No quiero morir sin miedo.
Quiero una vida de retos.

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