XIX

Toda la ilusión se transforma en fragilidad con la conciencia de este estado de renuncia inmutable.

Suelto, una vez más, mi destino. Lo dejo en manos de un volátil futuro, vuela libre y se disipa en la corriente, en el trino de los pájaros, en la sangre derramada, en el llanto.

Arde la furia en mi piel en contraste con la fría desazón que me sonríe. He ganado, me susurra. Disfruta hincando los dientes en el recuerdo de todos los otros noes. Subraya el calendario, los meses, los años, lo que no fue y quizá nunca será.

Mi futuro. Sostenido con desgana en manos ajenas. El vacío. El latido único. Una doble marca que nunca llega. 



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